Aprendamos a cuidar el planeta siendo conscientes de cómo tratar la basura que producimos.
Uno de los problemas más graves a nivel ambiental que tienen las sociedades de consumo actuales como la nuestra, es la falta de cultura en torno al cuidado del planeta desde la base misma de la educación. Este problema se refleja en múltiples conductas que existen en las personas, tanto a nivel individual, como familiar, grupal y en la sociedad toda.
Ya sea por ignorancia, falta de educación, displicencia e incluso desinterés, el hecho es que muchas conductas que tenemos como individuos sociales perjudican gravemente a nuestro entorno, y muchas veces no somos conscientes de ello.
Podemos analizar muchas cosas respecto del modo y la cantidad de residuos que generamos. Por lo pronto, debemos ser conscientes de que, en general, lo ideal para nuestro planeta sería una generación de residuos CERO de nuestra parte, como habitantes del mismo. Entendiendo que esto es prácticamente imposible, deberíamos generar la menor cantidad de residuos posibles, y que estos mismos residuos fueran en su gran mayoría orgánicos (es decir, biodegradables, que pueden ser absorbidos nuevamente por la Tierra), o bien reciclables.
El tema es que estos conceptos, muchas veces no son muy compatibles con el mercantilismo y los criterios de eficiencia y productividad impulsados por las sociedades de consumo y los sistemas capitalistas.
En ellos, como podemos observar a nuestro alrededor a diario, el foco está más bien puesto en maximizar las ventas, y en hacer que los productos de consumo se vuelvan obsoletos pronto, para poder ser reemplazados y así seguir alimentando la rueda de la economía que debe estar en constante crecimiento para no colapsar.
Un daño colateral de esto es la inmensa cantidad de residuos generados por estas políticas, los cuales en su mayoría no son reciclables. Si bien existe una progresiva toma de conciencia por parte de los individuos, no es suficiente si vemos los índices de crecimiento de basurales a lo largo y ancho del mundo. Debemos, además, tener en cuenta de que en la mayoría de los casos, al menos en países que no dedican (tal vez porque carecen de) enormes cantidades de recursos a la trata de residuos, los mismos son enterrados, quemados e incluso a veces arrojados al mar, ríos y otros cauces de agua.
A nivel individual, gran parte del cambio de conducta requerido pasa por tomar conciencia de la cantidad de residuos que generamos, y de analizar si es realmente necesario que esto sea así, o si existen cambios de hábitos y conductas que podríamos implementar para reducir y minimizar, al menos, nuestra propia generación de residuos.
En esta misma columna hemos hablado en algunas otras ocasiones sobre conductas tendientes al fin de reducir las cantidades de residuos generadas. Entre ellas podemos citar:
Separar residuos, sobre todo para que, aunque en nuestra ciudad no se recolecten de forma diferenciada, podamos devolver a la Tierra al menos los residuos orgánicos, reduciendo el total de nuestra basura generada hasta en un 40%.
Acostumbrarnos a comprar productos a granel, o con la menor cantidad de envases y packaging posibles. Seguramente estaremos acostumbrados a comprar productos que vienen dentro de bolsas que vienen dentro de cajas que vienen dentro de… Hasta llegar a un punto en el que nos preguntamos cómo puede ser que sean necesarios tantos envoltorios para un simple producto. La mayoría de estos envoltorios no son reciclables o reutilizables, por lo que podemos comenzar por evitar productos con tanta cantidad de envoltorios.
Existen muchos productos descartables que consumimos a diario, que podemos reemplazar con relativa simpleza y un poco de conciencia por contrapartes reutilizables: algunos de los ejemplos más clásicos son los pañales, las toallitas femeninas, as bolsas de plástico descartables, los envases de plástico de gaseosas y productos de limpieza, etc.
Una vez más, desde este espacio apelamos a generar conciencia, y sobre todo, debate interno. ¿Podemos hacer más? Seguramente sí. ¿Estamos haciendo lo suficiente? Posiblemente no.
Estas sencillas preguntas, deberían ser suficiente para motivarnos a emprender algunas acciones individuales al respecto.
Fuente: Quique Fontán Balestra